"Aquí estoy acomodando las plantas, para que no se estorben unas a otras, ni tengan partes muertas, ni hormigas.
Me produce placer ver cómo crecen con tan poco; son sensatas y se acomodan a sus recipientes, si éstos son chicos, se achican, si tienen espacio, crecen más. (...) En eso pienso cuando riego y trasplanto y en las distintas formas de ser de las plantas: tengo una que es resistente al sol, dura, como del desierto, que tomó para si sólo el verde necesario para sobrevivir; después una hiedra grande, bonita, intrascendente, que no tiene la menor pretensión de originalidad porque se parece a cualquier hiedra que se puede comprar en todos lados, con su verde tornasolado.
Pero tengo otra hiedra, de color verde uniforme, que se volvió chica; ella parece decir: "Los tornasoles no son para mí"; ella responde creciendo muy lentamente, umbría y segura en su cautela.
Es la planta que más quiero; de vez en cuando la guío, yo comprendo para dónde quiere ir y ella entiende para dónde yo la quiero guiar. (...)"
Fragmento de "Guiando la hiedra"
de Hebe Uhart
(Ed. Simurg, 1997, Buenos Aires)